Ariadna
Volvía del cine, era mi primera proyección en la pantalla gigante el cortometraje se llamaba abrazos esa noche fui víctima de violencia sexual.
“Ariadna” es un delicado espacio para dar luz, compartir abrazos y relatos de personas que han sido víctimas de violencia de género. Este es un proyecto de instalación, performance y diálogos, que durante siete años ha recorrido espacios como: el teatro, la cárcel, el liceo, un shoping, un museo de arte contemporánea, una oficina pública o una sala de exposiciones, y el mismo Salon Nacional de Artes Visuales de Urugay 2018. Esta obra comenzó con una investigación en autoretratos realizada en el Ex Frigorífico ANGLO de Fray Bentos donde luego de 15 años comencé a interrogarme, gracias a la fotografía como herramienta, sobre aquella violencia sexual vivida que nunca había denunciado. Durante las sesiones fotográficas en el matadero, sola frente mi cámara, com-prendí que la salida de ese laberinto necesitaba ser colaborativa. Haciendo de mi denuncia una propuesta colectiva, sentí necesario crear este espacio de intimidad y cuidado para hablar de violencia de género desde las artes visuales con una obra en permanente construc- ción, cada vez que alguien se sienta y lo interviene la obra cambia, se hace más valiosa. Porque su riqueza está en la intervención colectiva. El cuaderno como registro es un incunable de testimonios de víctimas de violencia, donde cuentan su proceso hasta asesinar al victimario, denuncian abuso sexual en la niñez, o las violencias vividas por sus madres. Este cuaderno posee al día de hoy las intervenciones recogi-das en estos cuatro años de peregrinaje, deonde creadoras muchas ve-ces anónimas y presas de sus pesadillas piden a gritos ser visibilizadas.
La instalación está compuesta por una mesa con un mantel bordado, una lámpara de la cual penden hilos, un cuaderno hecho a mano y abierto para poder ser intervenido con lápices, óleos, pinceles, retazos de tela e hilos de bordar por aquellas personas que quieran contar sus propias historias. Tres autorretratos y un pañuelo manchado con sangre donde iré bordando mi denuncia de violencia sexual. Esta performance que la acompaña* , sentada a un lado de la instalación, es una forma de poder entrar en diálogo intimo con quien se acercta, contarle mi experiencia, invitándo a agregar al cuaderno sus propias denuncias y a sacar sus miedos.